Cuando el banquero se pone estupendo

Les aconsejo que desconfíen de la política monetaria. Vale, lo acepto, es un viejo atavismo de ciudadano desconfiado pero, créanme, tenemos razones para dudar que la compra esa de deuda del Banco Central Europeo (Grecia excluida, por cierto), que volverá a llenar de pasta las cuevas de alibaba, tengan que ver con la mejora inminente de la economía real.

De entrada, quizá no han caído en la cuenta de que todos somos un poco más pobres de lo que éramos antes del anuncio del Banquero Central. La caída del euro ha depreciado respecto a todo el mundo nuestros ya magros activos. 
 
Que esto se traducirá en más turistas americanos, ingleses o chinos comprando más pero gastando los mismos dólares que antaño (o que algunas empresas que queden exporten más) no alivia el asunto: hasta ayer nos empobrecieron reduciendo nuestra renta; a partir de hoy, se suma la devaluación del euro.

A cambio, ríos de euros, miel y riqueza llenaran los cofres de los banqueros que se librarán de la deuda pública española que tienen en sus balances y se la pasaran al Banco Central, o su delegación en la Calle Alcalá.

Esto aparentemente será bueno: a diferencia de otros países, Grecia por un poner, nuestra deuda no está en manos de extranjeros sino de bancos españoles. Así pues, debiera llenarse nuestra economía de demandas satisfechas de crédito. Pues miren, la cofradía de los economistas anda dividida sobre el asunto. Yo me encuentro entre los más pesimistas.

La gente aplaza sus decisiones de consumo o inversión, por aversión al riesgo. Dicho de otra manera, no nos fiamos de que el futuro sea mejor. (Aquí podría yo aburrirles con las tasas de descuento y esas cosas). La cuestión es: ¿por qué habríamos de pedir créditos cuando en todo el mundo se reduce la actividad?

 Y, más aún ¿ven Ustedes a los banqueros dando créditos a las familias con los bajos niveles de garantías que se deducen de nuestros salarios, patrimonios y actividades de nuestros pequeños negocios? Especialmente, cuando solo el 20% de los fallidos lo asume le Banco Central (viva la solidaria Unión Bancaria, por cierto)

Más veo yo, este dinero convertido en reservas bancarias,  alimentando alguna fuga de capitales, como inversiones en países ajenos, refinanciando proyectos de grandes empresas o, incluso, volviendo a buscar alguna nueva burbujita especulativa.

Pero no solo baja el valor del dólar o los tipos de interés, sino que suben el valor de los activos que se negocian, porque los especuladores ya no buscaran refugio en el dinero o la prima de riesgo. Así que, sorpréndanse, ¿quién se hará más rico con la flexibilización cuantitativa? Pues los que ya son ricos y tienen su patrimonio en activos.
 
Unos cuantos, herederos de los que solíamos distinguir entre economía de derechas y de izquierda, (alumnos de algún catedrático “trilero” de los de antes) solemos afirmar que para intervenir en la economía real son la política presupuestaria y la fiscal las que producen mayor efecto. O, en todo caso, acompañando a las políticas monetarias. Por ejemplo, emitiendo pasta para financiar las inversiones esas del Plan Juncker.

No es que esta sea una afirmación revolucionaria pero lo de mover dinero a los cofres de los bancos es que no lo veo, oiga, no lo veo.