Yo soy “epañol”, “epañol”, “epañol”...

Por los pelos; mi casa vale 182.000 euros. Aunque me surge una amarga duda: es el valor catastral o de venta. A ver si por cosa del hundimiento del mercado me veo en la condición de, que diré yo, griego.

Yo que creía que haber nacido en el Portillo, allí al lado de la Aljaferia, donde Don Fernando, el Príncipe renacentista, decidió hacer España, era condición suficiente para presumir de patria. Yo que creía que haber nacido al lado del palacio donde el Rey se cuidaba de cualquier contrafuero era suficiente para reclamar mis derechos.

Pues no; es el valor de la finca el que resume las esencias patrias; aquí me veo pues cual colono de tierra incógnita descubriendo que uno no es de donde pace sino de donde compra. Hermoso dictamen sobre lo que es la patria, en estas fechas donde tanto se discute de nación.

El género humano, amigos, amigas, no será ya nunca más herencia sanguínea, patrimonio cultural o la internacional; será la comunidad de propietarios que, para externalizar y hacer más eficaz la gestión pública, pasará a ser quien expenda los pasaportes.

Tanto debate sobre esencias identitarias; tanto invento fútil sobre la nación, datada según conveniencia a la altura del cromañon o del nacimiento de Zarra, y era el contable de Rajoy el que tenía la respuesta: ser propietario de 160.000 euros. Porque esta podrá ser tierra de hidalgos pobres, de banqueros intervenidos, de empresas birriosas; pero de alquiler, ni se os ocurra. El alquiler es, como todo el mundo sabe, cosa africana.

Nada peor en política que las ocurrencias. Fíjense que ahora ya no habrá derechas españolas, catalana o vasca. Serán las derechas del primero, del bajo o del ático por un poner. Que las derechas, del piso centro o del chalé periférico, acaben convirtiendo la nación en algo mensurable, comprable o alquilable produce risa sino fuera por el patético absurdo de intentar vaciar compulsivamente un mercado de vivienda.

Ahora que el mundo se divide entre vampiros y muertos vivientes; o sea, entre banqueros recatados o desahuciados que caminan sin rumbo, el gobierno rebaja la condición patria para permitir a un banquero que practique usura con su stock de vivienda vacía con ajenos a la patria, que luchará siempre hasta la última gota de sang..., perdón, escritura de la propiedad.

¿Dónde los muros de la patria mía? ¿Dónde Santiago y cierra España? Allí donde acaben las viviendas de 160.000 euros. La pela, es la pela.

A lo mejor es un truco para que Más tenga patria pero no tenga catalanes. Al fin y al cabo sus casas están en el registro de la propiedad español.

Hace exactamente cuatro años, anoche, se escribió por primera vez en este blog. Peregrino Mundo se titulaba aquella entrada, sorprendida por las cosas que acaecían. Era cierto: Peregrino mundo este donde la nacionalidad depende de comprarse una casita.