Qué se jodan! Manual de ética. (IV) Las mamandurrias son para los nuestros.

Ustedes han entendido mal. A la derecha no le molestan las mamandurrias; lo que le molesta es que se socialicen. Los niños y las niñas están en edad de merecer asesorías ministeriales o escaños de diputadas donde pronunciar frases célebres. No puede ser que los hijos de los obreros alcancen cotas similares.

Puede, naturalmente, la Presidenta tener un amiguete jubileta que, como viejo liberal, merezca oportuna mamandurria en forma de sinecura con dos coches oficiales. Pero faltaría más que un sindicalista alcanzara similares beneficios.

En entradas anteriores de nuestro manual de moderna moralidad hemos contado como la ética del ¡Qué se jodan! define el nuevo imperativo moral de la codicia, legitima a los ganadores y restablece el perdido paradigma de la disciplina social. Hoy hemos de ilustrarles sobre el concepto de solidaridad con los propios.

Los tiempos han cambiado y lo construido no es suficiente.  Mientras la situación era de bonanza la estrategia adecuada de la derecha para enriquecer a los propios era la transferencia de renta del sector público al privado: concesiones, regalos fiscales, privatizaciones, pillajes sombra, perdón, quise decir peajes. 

Ahora que no es que las vacas enflaquecieran sino que no hay vacas, la estrategia es la simple y directa apropiación de lo público. Entiendan: las mamandurrias, en tiempos de escasez, son para los nuestros y qué se jodan los demás.

La democracia del corrupto estado del bienestar permitió la escalada social también en política. Desarrapados sin negocios, sin prosapia familiar y, sobre todo, sin clase  accedieron no solo a puestos de relevancia social sino a puestos de responsabilidad política. Esto se tiene que acabar 

Es insostenible ha gritado Aznar y Cospedal se ha puesto a la obra. Ni diputados, ni salarios. La política han de hacerla en el casino, cuando acaban de administrar su renta, el señorito, el sacristán y el Guardia Civil, así se lo enseñaron sus abuelos y así lo aprendieron los cachorros de la derecha, hoy preocupados porque sus niños, con la cosa del mérito y de los títulos regalados en las universidades, privadísimas y que no conoce nadie, no se ganan la vida.

Se acabó cualquier camino de progreso social; terminó la época en que cualquiera accede a la función de representante público o de esas instituciones como partidos políticos o sindicatos que legitimaban la presencia y la participación social o política. Hasta ahí podíamos llegar. En realidad con un político es suficiente, decían los abuelos de este personal y a ello se han puesto.

Sinecuras, beneficios, mamandurrias son para los hijos y amigos de la lideresa; los demás confórmense con la tartera y como toquen las narices me los convierto en criminales como si fueran arquitectos.