¿Cómo se dice en afgano “alto, la guardia civil”?

Soy muy partidario de las señas de identidad. Si hemos de ir por el mundo a completar las guerras de los otros, vayamos con producto nacional: paella para mejorar las condiciones alimentarias; uno con bigotes para organizar eventos al limpísimo triunfador de las elecciones afganas y, desde luego, La Guardia Civil.

Dentro de cien años, los futuros guardias afganos caminaran de dos en dos por las rutas rurales o urbanas, por carreteras y caminos, y darán el alto con la marcialidad con la que la pareja ha venido dándola aquí desde hace 165 años. Probablemente en afgano y en el Hindu Kush no sonará lo mismo que en Sierra Morena; pero menos es nada.

Esperaba yo una conmoción universal tras el encuentro de Él y José Luis. Desmentido por los expertos que el choque de galaxias acaecido sea el anunciado por Leire ( faltan aún 79 días), los resultados no han sido espectaculares, además de los gestos de confianza y aprecio mutuo adecuados a la noble e ingente tarea que ambos se han echado sobre los hombros.

Esperaba uno que el Premio Nobel de la Paz ofreciera a José Luis alguna alternativa al modelo militar en Afganistán y, en ese contexto, un redimensionamiento de la participación española.

Pues no. La cosa sigue y nosotros “siempre estamos dispuestos a hacer el máximo esfuerzo”, en palabras de nuestro Presidente de Gobierno. Esfuerzo que se refiere a aumentar la presencia española en Afganistán. Eso si, en la cosa de formar policías que es tarea humanitaria y la Guardia Civil que parece menos agresiva que las fuerzas armadas.

Yo creía que el “punto de inflexión” al que se refería la Ministra de Defensa hace unos días iba a basarse en algunas ideas nuevas, estrategias y cosas de esas de las que el afamado Premio Nobel dispone en abundancia. Pues no; parece que el punto de inflexión ha acabado en la Guardia Civil. O sea que, en realidad, no sabemos ni que hacer ni como salir de ese follón, porque eso como bien se sabe es un follón pero no una guerra, donde va a parar.

El caso, y este es el fracaso estratégico, es que no se ha creado ni una sola condición para que la salida occidental de Afganistán no vaya acompañada del ascenso, de nuevo, de los talibanes. Así que, naturalmente, cuando uno piensa que habría que salir de allí cuanto antes se le suele responder que sería peor. No percibo en que mejora la cosa aumentando el número de guardias.

La cosa real es que seguimos en una guerra que nadie ha sido capaz de ganar. Pues nada que la pareja patrulle que para eso estamos.