De nuevo todos heterodoxos…o casi.

Era entre el 74 y el 79; en aquella época zascandileaba por la Facultad de económicas y empresariales en Zaragoza; incluso algunos días estudiaba. Pues bien, en aquellos días, todos, alumnos y profesores, éramos heterodoxos. Teníamos de todo: estructuralistas, postkenesianos, marxistas y marxianos, además de cualquier otra cosa que hubiera en el mercado del pensamiento económico crítico.

Con ánimo juvenil, nos dedicábamos a eso que algunos radicales estetas de hoy llaman bajarse los pantalones y quienes lo vivimos tratar de ganar una democracia.

Cuento esto porque, tras dos crisis petrolíferas, cuando llego la estabilidad, y faltaba poco para que las cosas fueran a ir mejor, la mayoría se hizo ortodoxa, los heterodoxos desaparecieron, con la excepción de los departamentos de la escuela de economía crítica, y apenas quedamos algunos pocos defendiendo la intervención política en el mercado (tampoco era defender el socialismo radical, vaya).

Ahora que todos hemos vuelto a reencontrarnos en las aguas de la intervención, la nacionalización, el agujero de las cuentas públicas (recuerdo un consejero aragonés que me insultó por defender el déficit público) déjenme que mire a mi alrededor con sospechas.

Para que la heterodoxia haya vencido ha sido necesario un acuerdo de todo quisqui para salvar el capitalismo de los capitalistas de hoy para los capitalistas de mañana.

No es que uno pretenda aprovechar la ocasión para alguna suerte de socialismo ya me conocéis, pero se pregunta si todo el fascal de pasta que estamos poniendo en manos de banqueros y empresas nos permitirá mañana intervenir en la economía.

Y tal como veo las cosas no hay garantía de que eso vaya a ser así. En otras palabras: todo apunta a que el sufrimiento en forma de desempleo, riesgo de los sistemas de protección, endeudamiento y demás no será recompensado.

Lo que uno demanda a los refundadores del capitalismo, al menos a su parte progresista, es que se salga de la coyuntura vigilada de Solbes, se haga algo de estrategia y se nos garantice una recompensa en forma de reglas duraderas, en todos los mercados, incluido el de empleo.

Entre otras cosas podría reconocerse que lo ocurrido responde a medidas ortodoxas como: dar el sistema financiero a los especuladores; dejar que los bancos centrales marquen la agenda política; permitir que la política monetaria no guarde relación con los objetivos económicos y dejar que el sector financiero se separe de la economía real. Parece que nos vendría bien una garantía de heterodoxia en esos terrenos en el futuro.