La venganza del tocino: una cuestión de Branding.

Son estos días de puro marketing. Las etiquetas políticamente correctas no son lo que parecen. Por un poner, con la cosa de la gripe porcina esta. Os planteo una cuestión de brandig: ¿Por qué gripe porcina? ¿Por qué esta remozada idea de la Comisión Europea de llamarla Nueva Gripe?

¿Si la gripe del 18 es española – no habiendo nacido en España-, por qué esta no es norteamericana? ¿Por qué es tan importante la marca de la gripe? Pero, sobre todo, que me molesta bastante ¿que nos ha hecho el cerdo para colocarle el muerto?

En realidad, con más de cinco mil años de historia, el tocino ha gozado de mala fama siempre, a causa de su carácter proletario. La caza era actividad reservada a clases privilegiadas; el ganado vacuno se utilizaba para las labores del campo; ovejas y cabras no se crían en todas partes.

España dio a este noble bicho su momento de gloria: el siglo de oro español. Por entonces, 'tocino' era sinónimo de 'cerdo'. Y era algo más importante: una patente de cristiano viejo. En efecto, en aquellos tiempos, comer tocino en público era una forma muy convincente, además de sabrosa, de acreditar esa condición y evitarse muy incómodos problemas con el Santo Oficio.

El malvado Quevedo, para acusar a Luis de Góngora, le amenazaba en verso: "untaré mis escritos con tocino / porque no me los muerdas, Gongorilla, / perro de los ingenios de Castilla, / docto en pullas cual mozo de rabino..."

Con nuestro ocaso imperial, el cerdo volvió a su ostracismo de pobre, necesitado de carné sindical. Los dietólogos han visto en él la encarnación del mal como paradigma de las grasas animales. El tocino se ha vengado: se ha convertido en una auténtica coctelera de virus, humanos y aviares, a los que, al parecer, el gorrino es inmune.

La Organización Mundial de la Salud ha abusado del lenguaje estigmatizando al bicho, para pasmo de criadores y vendedores, porque era mejor que Norteamericana. No es una gripe Mejicana, dado el número de casos, más abundantes en Estados Unidos y Canadá. Es de todo, menos porcina o alimentaria, porque se transmite entre humanos.

Los responsables de Estados Unidos se niegan a la denominación Americana y los Europeos, siempre sensibles al lenguaje políticamente correcto y a los mensajes del otro lado del Atlántico, ya la han bautizado como Nueva Gripe, cómo si una nueva corriente musical o una bondad moderna se tratara, para quitarle malvados perfiles en la saludable Europa.

Debemos entenderlo: no le vamos a colocar a Obama una Gripe, cuando la Historia le ha llamado a gloriosas páginas o vincularlo a tan poco prestigioso animal. Esto, o es de puerco o de mejicanos: la larga mano del imperialismo lingüístico.