Power Point: superestrella peligrosa

Un cambio en la agenda de los clientes ha cancelado la sesión de formación sobre expresión escrita prevista para el sábado. No sólo he ganado una mañana sino que he ganado el tiempo de viernes dedicado, como es habitual, a elaborar la presentación en Power Point. Sobre eso me gustaría reflexionar hoy.

Es difícil imaginar hoy una presentación sin PowerPoint. Un orador que diga "hola" sin que al mismo tiempo, la palabra "Hola”, o alguna parecida, no salga en la pantalla en letras rutilantes. (Hacedme caso: cuidado con el contraste, nunca menos de 22 puntos, minimizad el número de tipos de letra en la presentación y elegid una tipografía sin patines -sans serif- como verdana, arial, tahoma…).

Casi todos coincidimos en que el sistema nos ha hecho mejores comunicadores. Los consultores en comunicación hemos aprendido a realizar propuestas que inyectan animaciones, dibujos animados, flechas, sofisticadas transiciones, fundidos encadenados, que tienen el efecto de transformar la presentación de un análisis de balances, un plan de logística o una vacuna contra el cáncer en una obra en sí misma. De hecho, me encuentro entre los malvados que consideran que el premio Nobel de la Paz no lo merecía Gore sino la autora de sus filminas .

Pero debemos reconocer al menos dos serios riesgos. El primero, convertir la presentación en el centro de la cuestión. Todo el mundo, orador y oyentes, giran alrededor de un animal de luz al que el presentador acaricia con un lapicero de laser.

El otro es que la utilización generalizada de PowerPoint transmite la ideología moderna que reivindica la narración de cuentos: la que considera que la gente es incapaz de concentrarse más de 30 segundos y que, por lo tanto, el contenido de la presentación está sujeto a la forma.

Los dos riesgos caminan en la misma dirección: El efecto global es una pérdida de sustancia del discurso, una dilución de su importancia.

Me encanta reflexionar sobre esta ideología de la narración de cuentos (a la que no niego su utilidad). Constatemos que ya, de hecho, hay una generación que la ha asumido como forma de aprendizaje.

Itziar y sus compañeras (veis como las historias son útiles) cuando se atascan en algún concepto de su carrera me mandan una nota (perdón sms) que dice: Juan necesitamos un cuento. Y de este modo, por un poner, el concepto de elasticidad (microeconomía) se convierte en una historia sobre cualquier ocurrencia, por supuesto siempre atinadísima, que se me ocurra. Así que la historia sustituye a la ciencia. La parte ocupa el lugar del todo. (Metonimia: una palabra tan rara que nunca se pondría en un power point)